La inspiradora historia de Martina Carrillo, contada por Barbarita Lara
Escondida entre árboles y matorrales en las laderas del Valle del Chota, en la comunidad de La Concepción, se encuentra la tumba de Martina Carrillo, una mujer afrodescendiente cuya historia apasionó, conmovió e inspiró tanto a las generaciones pasadas y presentes, como a las organizaciones de mujeres, principalmente afroecuatorianas. En mi primera visita a la zona, tuve la suerte de conocer la historia de Martina Carrillo a través de las palabras de Barbarita Lara, docente, lideresa histórica y mujer apasionada de la cultura, identidad y luchas del pueblo afroecuatoriano. Con su turbante morado, Barbarita nos acompañó a la tumba de Martina, donde la conmemoramos con un pequeño ritual y donde nos compartió con generosidad la historia de esta heroína del pueblo afrodescendiente.
Martina Carrillo era una mujer negra esclavizada en la Hacienda de La Concepción, como muchos hombres y mujeres en la época que fueron arrancados de su natal África y traídos a América para ser vendidos como una mercancía o medio de producción. Obligados y obligadas a trabajar en condiciones infrahumanas y de explotación, recibían una pobre manutención y una pequeña parcela de tierra, que podían cultivar para complementar su propia alimentación.
Sin embargo, la crueldad del trato contra hombres y mujeres esclavizados en la Hacienda La Concepción era tan grande que eran frecuentes las rebeliones y las fugas; a estas, los amos respondían con castigos aún más feroces. A pesar de la dificultades para organizarse -por las diferencias culturales entre ellos, la falta de medios, el control estricto- un grupo de seis rabajadores esclavizados, liderados por Pedro Lucumí y Martina Carrillo, salió con rumbo a Quito para denunciar las sevicias que recibían por parte del administrador Francisco Aurreco Echea, contratado por el Estado; pues las haciendas del Valle del Chota pasaron a ser de propiedad estatal, después de la expulsión de los Jesuitas en 1767.
En enero de 1778, la delegación de tres mujeres y tres hombres caminó hasta Quito; llevaban una carta, escrita en nombre de "todos los Morenos de la hacienda", en la cual denunciaban los tratos injustos y crueles. “El éxito”, relata Barbarita, “es que fueron recibidos ante el Presidente de la Real Audiencia”. El Presidente José Dibuja los recibió, los escuchó y los mandó de regreso con una carta en la cual explicaba los derechos, aún mínimos, de las personas esclavizadas: derecho a descansar los domingos, a trabajar su chacra utilizando las herramientas de la hacienda, a recibir vestimenta por parte del patrón; las mujeres embarazadas tenían derecho a descansar y a recibir sus raciones de alimentos.
A su regreso, acusados de haber escapado, fueron castigados: Pedro Lucumí con 500 azotes, Martina Carrillo con 400 azotes, 200 y 300 azotes a los demás participantes. El castigo fue tan duro que, según los testigos que presenciaron esta crueldad, a Martina se le abrió el pecho. Su situación era tan grave que el cura le dio los santos óleos y los sacramentos.
Sin embargo, los abusos continuaron en la hacienda y el Presidente Dibuja envió otro administrador. Francisco Aurreco Echea, según consta en el expediente, fue procesado y sentenciado a la cárcel, obligado a pagar 200 pesos de multa y sus bienes fueron confiscados. Martina Carrillo, junto con quienes la acompañaron, sentaron un importante precedente, pues aunque siguieron esclavizados, por su valentía y acción lograron mejorar las condiciones de vida de su pueblo. Martina fue precursora de la historia de lucha del pueblo afroecuatoriano y sembró la semilla para acabar con la esclavitud.
En el Archivo Nacional del Ecuador es posible encontrar el expediente que reporta la visita de la delegación de Martina Carrillo, es parte del fondo de la Real Audiencia, sección Esclavos. “Exactamente en la caja ocho”, especifica Barbarita , quien relata la emoción que sintió cuando estuvo frente al expediente de cien folios donde reposa la carta original escrita por las personas esclavizadas de la Hacienda La Concepción. En sus palabras: “La emoción sobrepasó mi cuerpo, al ver que ellos y ellas conocían sus derechos y en la carta los demandaban. A pie caminaron y hoy, que tenemos más comodidades y posibilidades, ¿por qué no hacemos lo mismo?”
Martina Carrillo es hoy símbolo de fuerza, resistencia, lucha, voluntad, empatía con su pueblo. Sin embargo, por mucho tiempo su tumba permaneció olvidada, casi perdida, entre los matorrales naturales y los cultivos. “En la memoria oral de mi suegra se hacía referencia a un lugar denominado Panteón Viejo, en el cual había tumbas, cruces y piedras grabadas con símbolos raros”, cuenta Barbarita “Los mayores recordaban que, cuando eran niños, se enterraron los últimos muertos en ese lugar, hace 90 años. Contaban que allí las mujeres enterraban sus abortos”.
Fue solo en el 2012, a partir de la investigación de Daniela Balanzategui Balanza, arqueóloga estudiante la universidad canadiense, que la memoria oral se pudo conjugar con la investigación académica. El espacio de la granja experimental “Alonso Tadeo Méndez”, que pertenece a la Universidad Politécnica Estatal del Carchi, se rescató y se registró en el Instituto de Patrimonio como Panteón Viejo de La Concepción - Jardín de la Memoria Martina Carrillo . “La universidad se apropió del tesoro arqueológico que tenía en su terreno, ahora lo protegen, lo cuidan y sembraron flores alrededor. Fue grandioso para nosotras”, concluye Barbarita.
Según esta arqueóloga, solo existen tres panteones visibles de la diáspora africana en América: uno en Brasil, otro en los Estados Unidos y el Jardín de la Memoria Martina Carillo en la Concepción, Ecuador. El panteón permite una reconexión con las ancestras y ancestros del pueblo afroecuatoriano. Por un lado, les devuelve el reconocimiento del trabajo sustancial que ellos hicieron para construir el Ecuador; por el otro, pone en evidencias las profundas desigualdades sociales que existen, hasta en el espacio donde reposan los muertos.
La historia de Martina Carrillo se sigue narrando y conociendo cada vez más, principalmente entre las mujeres afroecuatorianas, siendo una inspiración y un referente para las jóvenes y niñas. Martina es y será una luz en el camino hacia la construcción de una sociedad de paz y justicia para todos los pueblos.
Por Barbarita Lara y Nicoletta Marinelli